jueves, 2 de diciembre de 2010

inmolada

Es mentira que nos morimos por amor.
En cada uno de los casos que la historia termina en muerte es porque nosotros mismos la provocamos.
A veces es una agonía, lenta, difícil.
Otras tantas es súbita. Fatal.
Y se llega a eso intencionalmente o sin querer. Quizás por un descuido, quizás por un certero plan.
Pero siempre la muerte es nuestra. Nadie nos mata así porque sí.

La mayoría de las veces, nos inmolamos.
Sabemos que algo funciona mal. En el otro, o en nosotros mismos.
Lo olemos, lo presentimos, nos duele, nos pincha, nos irrita.
Creemos que el miedo nos va a paralizar. Pero nada más lejos que eso.
Nos cargamos cuanta dinamita encontramos, guardamos un cuchillo en el pantalón (sólo por si acaso) y caminamos directo a eso que tanto nos amenaza.
Preferimos el sacrificio. Porque es lo único que conocemos. De lo único que nos hemos podido levantar cierta vez.
Nadie muere por algo que no ama. Nadie ama a una persona por la que no daría la vida propia, la propia vida.
Por eso caminamos firme, hacia el objetivo.
Encendemos la mecha. Cerramos los ojos. Y ese mismo ardor que sentíamos antes como presentimiento, explota.
Los dos mueren.
El resto de la gente mira, átonita.
Y algunos nos señalarán, luego, como víctimas. Mientras otros, como victimarios sin escrúpulos.
Pobres, ellos, los amantes que terminaron muertos por no saber conservar la energía que los unió, que los complementó, que los supo iluminar.
Después de la explosión, las ruinas, el caos, la desesperación porque nos arrepentimos de lo que ya hicimos. Nos arrepentimos por no haber dicho que hubiéramos querido otro final, que estábamos dispuestos a luchar por eso.
Como un dibujito animado, nos miramos a nosotros mismos y estamos llenos de polvo.
No.
No morimos.
Nos inmolamos, nomás.
Resurgimos de todos esos escombros. Nos paramos llorando, con las manos llenas de sangre.
Dimos todo lo que pudimos. Todo lo que teníamos. Lo único.
Morimos por amor. Pero por decisión propia.
Hicimos volar por los aires algo que había sido nuestra realidad y nuestros sueños.
Y ¿qué sentimos?
Un vacío enorme.
No se siente dolor. No se siente paz. No se siente amor. No se siente ansiedad.
Se siente un vacío enorme.
Huelle a lluvia.
Esa lluvia que te limpia la sangre de las manos, pero que no te ilumina.
Te vas, muerto.
Seguramente revivirás, pero eso con el tiempo. Ese mismo tiempo que sentís que no pasa, porque las horas son infinitas.

6 comentarios:

  1. Wow! Visceral. De las propias entrañas del amor.
    Y de allí se resucita. Siendo Ser.
    En nosotros, en cada uno, habita el amor.
    Somos eso.

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  2. hermoso y terrible. hermoso en su "terribilidad".

    sea lo que sea que haya pasado, vos sos el centro. tu centro. NUNCA te olvides eso, amiga.

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  3. Siempre digo que el día que alguien pueda decir de mis escritos que se siente identificado con cada palabra, con cada frase, podré sentirme orgullosa de mi misma. Hoy me sentí así con respecto a este, tu texto, que es como un disparo certero desde el alma... hacia el propio corazón. Ojalá te sientas orgullosa de vos misma. Es maravilloso lo que escribiste. Y absolutamente real... y cruel, por eso mismo. Gracias por compartirlo. Y fuerza, mucha fuerza. Es lo único que nos salva de la tragedia de la muerte. Beso enorme.

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  4. Hermoso. Muy salido del tu alma.

    Dimensiona momentos que vivo por estos días. Ya hablaremos. Besos (Colo)

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  5. No habla de la muerte definitiva, sino de esas muertes que se deben soportar en el trancurso de la vida, hasta que viene la señora con guadaña, y chau, se acabó todo. Lo mejor es una vida sufrida, espantosa, así la huesuda llega como una bendición.
    No, mentira, lo mejor es la muerte lenta pero llevadera de la depresión. Al final, todo te chupa un huevo.

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